Una Historia De Miedo:

Advertencia:

Debo advertirte, querido lector, que esta historia contiene un elemento que puede ser chocante para ti.
Lamentablemente, no puedo decirte cuál es, porque dicho elemento es el quid de la historia.
Si lees esta historia y te gusta, deja un comentario.
Si no te gusta, también.
Pero que conste que te previne.
Me baje de mi combi y allí estaba ella, esperándome en la esquina y muy molesta.
- ¿Dónde estabas?
- Me increpó.
- ¿Dónde crees que estaba? Fui al cine, como dije.
- ¿Y por qué te demoras tanto? ¿Estabas con ella?
- Estaba a punto de ponerse a gritar en la calle.
- ¿Y que te importa? ¿No habíamos decidi.
- No me dio tiempo de terminar porque se dio media vuelta y empezó a correr.
No podía dejarla así.
Corrí tras ella y la encontré batallando con las llaves de la puerta de la casa.
“¡Déjame sola!” gritó mientras abría la puerta y corría hacia adentro.
Intentó cerrar la puerta de golpe pero puse mi pie.
Cuando entré la vi correr por las escaleras al segundo piso.
“¡Déjame sola!” gritó otra vez.
“¡Lárgate!” Era obvio por la forma en que gritaba que no había nadie más en la casa.
Me quede ante la escalera sin saber que hacer.
Si subir y enfrentarme al vendaval que es Lucia o largarme de una vez antes que llegara alguien.
Mi cabeza no se decidía que plan de acción tomar cuando la escuche sollozar.
Era claro lo que tenía que hacer.
Subí lentamente, no sabía si había alguien arriba y lo menos que quería era encontrarme con alguien más.
Me paré delante de la puerta de su cuarto y la vi allí, sentada en su cama, abrazando su almohada y con el rostro escondido en ella, sollozando.
No sabía qué hacer, qué decir.
- Lucia.No respondió.
- Lucia.
- Intenté otra vez.
Me acerqué y me arrodillé delante de ella.
- Háblame.Levantó el rostro de la almohada y me miro con pena.
No lo había notado, pero se había arreglado, tenía el pelo peinado cuando a ella le gusta usarlo libre y sin peinar.
Se había puesto rimel, pero este, o corría por sus mejillas o era una mancha en la almohada.
Sus labios tenían un ligero carmín pero estaba corrido.
Fui a su baño y regrese con una toalla húmeda y lavé su rostro, mientras ella seguía sollozando sin dejar de mirarme.
- No quiero.
- Soltó por fin.
- ¿Qué no quieres?
- No quiero que veas a otras, no quiero ver a otros, no quiero nada.
- Pero Lucía…- ¡No! ¡Solo te quiero a ti!Había batallado con esto por mucho tiempo.
Nuestra última conversación había sido desastrosa.
Había ocurrido en esta mismo cuarto y aunque fue difícil, creí que era lo mejor.
No podíamos seguir como estábamos, no estaba bien, nos estábamos lastimando el uno al otro.Me besó.
Con lentitud y pasión para alguien de su edad, 16.
Quise reír, porque ¿quién era yo con mis 17 años para creerme un hombre de mundo?
Es solo que, con ella, cuando me di cuenta de lo que sentía, siempre quise estar a su lado, pero…Dejó de besarme y me desperté para verla sacarse el polo y luego su sostén.
“Lucia…” intenté decirle, intenté detenerla.
“Por favor…” fueron sus palabras, leves, urgentes.
Dejó caer su sostén al suelo y estiro sus brazos hacia mí, llamando a abrazarla, a hacerla mía una vez más.
La abracé y la besé.
Ya no importaba nada.¿Cómo era posible que quisiera abandonar todo esto? ¿Cómo es posible que quisiera olvidar como se siente su cuerpo debajo del mío, mientras sus piernas me rodean, sus brazos me aprietan y sus uñas me arañan la espalda? ¿Cómo creí que podía dejar de amarla y que ella haría lo mismo?¡Marcos! ¡Marcos!.
Su voz gritaba mi nombre.
La amé desde el primer día y la amaré hasta el último de ellos.
Echados en su cama, yo intentando escuchar la puerta y ella acurrucada en mi pecho, solo deseábamos que el tiempo se detuviera.
- Te amo.
- Yo también te amo Lucia.
- No me dejes nunca más hermano.
- Nunca. Nunca más.

Att:Dani Yerpes Perianez...